La estrategia de un centro comercial para atraer a compulsivos compradores ya no pasa por el típico anuncio "Día de San Valentín" porque en estos tiempos hasta eso está enrarecido. Hoy he visto en el periódico que Epi y Blas iban a estar casi todo el día "a lo gratis" animando a los niños y además con talleres infantiles, animación y el inusitado buen rollo de "no te olvides tu cámara de fotos para hacerte una fotografía con ellos", así que a la hora programada allí estábamos a sabiendas de que la jaqueca estaba asegurada a las dos horas de poner el pie en el Centro. Al niño le entusiasma Barrio Sésamo, pero lo que pensaba para mí un sacrificio en beneficio de su disfrute resultó ser un error. Al niño aquellos muñecotes (que estaban bastantes bien caracterizados) le dieron miedo "mamá : me dan miedo esas cabesas"... Así que ya de estar allí nos dijo que queria ir un ratín al parque de bolas.
Al momento buscamos un sitio para tomar un café, nos daba igual el tipo de café, pero la densidad de clientela era importante en casi todos. Al final una mesa en uno que parecía un poco asfixiante pero en el que se podía fumar. Quince minutos en total. No pudimos estirar más la consumición porque a izquierda tres adolescentes cada una con su teléfono (sonido de teclado activado) poniendo mensajes de manera compulsiva y hablando a voz en grito al tiempo. A derecha el grupo de mujeres al borde del ataque de nervios, una zarandeando el brazo a la otra intentando disimular el quemazo que le hace en la chaqueta, la otra con el politono del regetón sonando cada dos minutos y todas manteniendo una ininteligible conversación en estereo a base de aspavientos y estridencias. Detrás los niños llorones y molestadores que no pueden faltar en ningún pretendido rato de asueto.
Un vistazo a la tecnología, un ojeo a algún escaparate y ya es tiempo de buscar a César. A casa y lo previsto: que corra el ibuprofeno.
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