viernes, 20 de septiembre de 2019

NOS QUIEREN INCONDICIONALES


Creen que no pueda suceder, porque no saben. Todos hablan y hablan y aconsejan y atesoran maravillosas doctrinas milagrosas. Pero no llevan entreverado el dolor, ni la fatiga, ni la tristeza, ni el asco. Algunos sufrimos con el caos ajeno, empatía creo que lo llaman, cuando ni sobrante nos queda.

Y leo y escucho y veo y miro. No saben cómo duele. Ellos esperan solo el asombro que provoca en esa mayoría anestesiada por la mentira y el odio.

Se me caen dos lágrimas, no puedo contener un suspiro para finalmente terminar en un torrente de llanto y desolación, como lo hará el cielo que contemplo ahora.
 
nubes negras

Y se ríen, da igual de qué, mientras sea dimanante del color contrario. Si el asesino era español o extranjero, si el vecino es homosexual o si esos dos son muy rojos para lo facha que fue su abuelo. ¡Qué corta lleva la falda esa gorda! Hay que respetar la etiqueta.

Con verdadera frivolidad hablan de violencia quienes no saben nada de ella, silencian adicciones los que proveen todo tipo de drogas a varias generaciones, y dan una patada a la lata de las monedas del pobre que está en la puerta de la iglesia las que, agarradas del brazo, acaban de echar dos pesetas en la cesta procurando ser vistas y oídas.

Un sindiós sin precedentes, un caos de sentimientos, abuelos que mueren solos habiendo regalado hasta el último suspiro y nietos respirando hasta el último céntimo del abuelo en rincones oscuros de lugares que deberían estar prohibidos. Hijos sin besos y padres besando hijos ajenos. Mentira, postureo e hipocresía.

Nos quieren incondicionales pero nos inoculan rencor y desinterés, rabia y desapego. De cuando en cuando nos necesitan, para certificar sus chanzas con cheques en blanco. 

Han deformado esta sociedad a través de cambistas y mercaderes, mientras  los demás andamos a la pelea arrojando el orinal por la ventana al que no cante la misma tonada que la nuestra, porque hay que mostrar el enojo, la opresión es así. Somos imbéciles.

O será que la visión está deformada por el inminente otoño...