Me pregunto cómo estarás, si conservarás esa media sonrisa, si recordarás todas las canciones que me enseñaste o si incluso, por ahí, donde tú estás subsiste la memoria. Te gustaría saber que aunque tarde, muy tarde, cuarenta y cinco años después, se ha hecho justicia con Victor Jara, aunque mínimamente. Nueve militares condenados a un puñado de años, pocos más que los dedos que le machacaron con la culata de los fusiles. ¿Cuántos años de castigo vale la lengua de un hombre?. Aunque siempre he seguido leyendo historias sobre él, la que mejor recuerdo fue la que me ibas contando entre canción y canción, entre acorde y acorte, repitiendo la letra; con cierta poesia, supe todo el martirio por el que pasó, pero no tengo una impresión desagradable, me quedó una empatía ya infinita hacia él y su obra.
Aquí
abajo el progreso ha convertido todo en una barahúnda, un lugar
inhóspito, poco amigable, solo acogedor para quien es capaz de
mimetizarse tal cual camaleón, de mentir sin atragantarse, de vender a los
suyos para adoptar ajenos. Sobrevivo en un tiempo que siento extraño y
del que cada vez me encuentro más alejada. A veces pienso si menos
hubiera sido suficiente, algunas intensidades fueron tan grandes que
hacen insoportable el paso de tantos agostos. Cada
vez tengo menos miedo y la inquietud por cruzar las nubes puede más que las ganas
de seguir contemplándolas de este lado, a pesar de lo fascinantes que me resultan.
Ya
pronto nos vemos, no te olvides de mí, ojalá para entonces pueda
convertirme en guitarra, así podría recordarte, esta vez yo, aquellas
canciones que me cantabas tú.