sábado, 16 de noviembre de 2019

SOLO UNAS CUANTAS PULSERAS CORTADAS

Relativizando solo eran unas cuantas pulseras, profundizando se trataba del resultado de cientos de recuerdos en forma de sabores, rincones descubiertos, historias de otras personas, lugares increíbles, ferias recónditas y sol , mucho sol en playas sin hamaca de alquiler.



Cada pulsera tenía su porqué. Alguna sustituía a otra que lo había entregado todo en mi muñeca después de una larga década, como la que se estrenó buscando conmigo la Fortaleza de Peniche mientras Afonso nos mecía con su Grandola. Como cualquier objeto que se elige, ninguna salió escogida por el impulso del momento, la sustitución de otra o unos centímetros de piel desnudos extrañando su propia vestimenta. A cada una le llegó la ocasión apropiada. Todas trajeron su inédito cielo en la más amplia gama de azules, el color de las piedras de su entorno, su viento, el aroma de cilantro o perejil, canela, jengibre, arroz o verduras frescas. Y por supuesto diferentes y arrebolados atardeceres. Un lujo.

Mirándolas podía evocar un paseo por Braga quitándole la cáscara blanquecina a un puñado de castañas asadas, de camino al jardín de Santa Bárbara; ese llenarse los ojos en el Mercado de las Ranas, el infinito sol en la cara de la praia grande de Porto Covo, las lunas sobre la duna de Gala o aquel mercadillo artesanal que visitamos antes de entrar al Museo de la Sidra de Nava. 

Era cuando me estancaba demasiado en la realidad, por la desesperación del frío, el invierno, el dolor, la lluvia o la mezquindad de señoras de plástico en tiendas con productos requete-envueltos en plástico (y factura idem), cuando solo debía acariciarme el brazo derecho, un poquitín, para recordar que Albarracín existe, lo mismo que Saint Jean Pied de Port o la finísima arena de la Foz de Arelho.

Hoy, miro el brazo desnudo y pienso que la primera que abrocharé en el será para recordar que todas están en el cajón de lo insustituible a cambio de ella, la que me haga recordar que los médicos, enfermeras, auxiliares, celadores y resto de personal del Hospital Universitario de León también se han quedado con algo mío: una gran parte de dolor soportado durante décadas. 

No permitamos que el sistema aniquile la sanidad española que dispone de instalaciones, excelentes profesionales y medios, lo que nos está sobrando son malos gestores y personal cualificado en el paro.

Adornaré despacio mi brazo derecho, como siempre estuvo, aunque esta vez quizás no deba mirarlo tantas veces para invocar al sol y renegar de la lluvia  que deshace los huesos, lo haré también para llenarlo de ilusión. Quizás.

viernes, 20 de septiembre de 2019

NOS QUIEREN INCONDICIONALES


Creen que no pueda suceder, porque no saben. Todos hablan y hablan y aconsejan y atesoran maravillosas doctrinas milagrosas. Pero no llevan entreverado el dolor, ni la fatiga, ni la tristeza, ni el asco. Algunos sufrimos con el caos ajeno, empatía creo que lo llaman, cuando ni sobrante nos queda.

Y leo y escucho y veo y miro. No saben cómo duele. Ellos esperan solo el asombro que provoca en esa mayoría anestesiada por la mentira y el odio.

Se me caen dos lágrimas, no puedo contener un suspiro para finalmente terminar en un torrente de llanto y desolación, como lo hará el cielo que contemplo ahora.
 
nubes negras

Y se ríen, da igual de qué, mientras sea dimanante del color contrario. Si el asesino era español o extranjero, si el vecino es homosexual o si esos dos son muy rojos para lo facha que fue su abuelo. ¡Qué corta lleva la falda esa gorda! Hay que respetar la etiqueta.

Con verdadera frivolidad hablan de violencia quienes no saben nada de ella, silencian adicciones los que proveen todo tipo de drogas a varias generaciones, y dan una patada a la lata de las monedas del pobre que está en la puerta de la iglesia las que, agarradas del brazo, acaban de echar dos pesetas en la cesta procurando ser vistas y oídas.

Un sindiós sin precedentes, un caos de sentimientos, abuelos que mueren solos habiendo regalado hasta el último suspiro y nietos respirando hasta el último céntimo del abuelo en rincones oscuros de lugares que deberían estar prohibidos. Hijos sin besos y padres besando hijos ajenos. Mentira, postureo e hipocresía.

Nos quieren incondicionales pero nos inoculan rencor y desinterés, rabia y desapego. De cuando en cuando nos necesitan, para certificar sus chanzas con cheques en blanco. 

Han deformado esta sociedad a través de cambistas y mercaderes, mientras  los demás andamos a la pelea arrojando el orinal por la ventana al que no cante la misma tonada que la nuestra, porque hay que mostrar el enojo, la opresión es así. Somos imbéciles.

O será que la visión está deformada por el inminente otoño...



miércoles, 8 de mayo de 2019

ESTA IMBÉCIL ESTÁ AQUÍ, CUMPLIENDO AÑOS

     
     Aquí esta la imbécil, esta mañana me despertó con toda su virulencia por cada rincón de mi cuerpo, la levanté de la cama, por que sé que la encanta quedarse ahí, que nos agazapemos con el dolor, nos recreemos en él y luego nos sumerjamos juntas en una profunda depresión que poco a poco nos obligue a profundizar en el deseo de olvidar cómo se respira. Ya sé cual es ese ritmo y no me gusta.

     Así que hoy tampoco ha ganado ella, la dí la media hora de cortesía para que me dejase al menos estirar las piernas, recolocar el cuello, mover los dedos de las manos y girar los tobillos, lo justo para llegar al enorme pastillero que en sus secuelas añade más síntomas a esta imbécil y a mí me obliga a parecer un fantasma, una invisibilidad más, como lo es ella, porque estoy alienada por completo, sin planes ni a corto plazo ni siquiera al día, se va y viene, se instala y no hay manera de descastarla.

     Son ya veinte años juntas, desde aquel día que decidio instalarse conmigo, sin preguntar, como esos piojos que elijen las mejores cabezas, estas anomalías funcionan así también. Escogen personas activas, para joderles la vida, para que en el lamento de no poder realizar ni un cuarto de las actividades de costumbre ellas estén ahí presenciando el desánimo, para hacer mofa y recordar los esfuerzos que no podemos hacer, luego se instalan en el ánimo y te mantienen constreñida a sus deseos de consumirte a base de dolor.

     El domingo 12 de mayo celebran su día internacional, no sé el porqué, aquí en estos confines aún se desconfía de que exista y no sea un mito como la niña de la curva, un invento a gran escala, otros se la adjudican por completo a la salud mental y hay quienes lo ven como un conjunto de síntomas a tratar por separado, convirtiéndonos así en personas polimedicadas en vano.

     La imbécil siempre quiere más, busco qué hacer sin esfuerzo físico pero enseguida soy alienada por ella, encuentro opciones para sustituir la posición deprimida en el sofá horas y horas y la imbécil le encuentra remedio a eso enseguida, interponiéndose en la visión, la memoria, o esas largas lagunas sin explicación. Síncopes, fatiga, insomnio o sueño, artrosis, migrañas...y dolor, dolor sin descanso, la imbécil es una asesina del bienestar. 

     Y sí, esta soy yo con la imbécil, recién levantadas y completamente mate.