Llovía con tanta fuerza que no tuvimos más remedio que levantarnos a comprobar que solamente se trataba de agua, nos ocupamos de que todas las persianas estuviesen bien bajadas y nos fuimos a dormir.
Me olía bien, como a goma de nata y a champú de camomila, como a libro de cuentos y castañas asadas. No había nada de luz por ningún lado pero podía escuchar de fondo algo que identifiqué como una vieja serie de televisión de esas que ponían bien tarde cuando los niños debían estar ya soñando con los juegos del recreo del día siguiente.
Seguí adivinando lo que había alrededor, tal vez a mis pies la alfombra peluda que no podíamos pisar calzados y más allá el armario de la Nancy con la ropa colgada en sus perchas. Podía incluso oler la cola del papel pintado que habíamos estrenado hace bien poco y sobre el que aún no podíamos colocar nada con chinchetas.
La persona que compartía la almohada era mi hermana...
No logré conciliar el sueño cuando la televisión de mi habitación me recordó que Moncho se habría dormido al acabarse el documental y lo que ahora "despertó" mi nunca empezado descanso era el ruido de los anuncios de la tele de nuestra habitación.
No eran Los Roper, me levanté de la cama de César, él se había dormido también con la goma de borrar en la mano y yo por unos minutos estuve en la mia de hace treinta años.
Anda!! ya ni me acordaba de ellos, con lo que me gustaban! gracias por tantos olores, así se recuerda mejor...
ResponderEliminarVolver a ser un niño. ¿Quién no lo ha soñado alguna vez?
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