domingo, 4 de marzo de 2018

EL PAÍS CON MÁS "WASAP" DE EUROPA, ¡TIENE GUASA!




Estaba casi segura de que detrás de casi todos los despropósitos que acontecen ultimamente está el invento este de estar todo el día con el teléfono a diez centímetros de la cara. Y no es que me haya propuesto adentrarme en el asunto, es una sospecha de que algunas cosas que funcionan mal tienen algo que ver con esto.

Esta misma mañana escuché de nuevo la infortunada experiencia de Warren Beatty y Faye Dunaway en la Gala de los Oscar del 2017, donde  anunciaron por equívoco el premio a la mejor película a "La La Land" cuando debió ser para "Moonlight". Cuentan que los responsables del garrafal error estaban tuiteando, o cosa similar, en el momento de preparar los maletines, hecho que les costó el más terrible de los castigos: ser expulsados del confín de la alfombra roja y señalados con el dedo por siempre jamás.

Y es que la cosa de enredar con el teléfono no es normal ni medio, paisanas grabando a los nietos en exhiciones, incluso bajo carteles de prohibido, tapando la visión del resto y tapándose a si mismas de estar a lo que se está, de ver al chaval, de entusiasmarse, sorprenderse, estar orgulloso, acompañar; lo primero es poner el teléfono en "guasa" y mandar la foto antes de que acontezca nada. Con todo ello, el público parece una extraña legión de seres con los brazos en alto emitiendo luces y grabando un punto lejano sobre la nuca de un espectador tranquilo que se resiste a ser captado por aparato ajeno.

O como esa guaja en urgencias, tumbada con la cabeza sobre su mochila, blanca, amarilla, pálida y retorcida de dolor, con las gafas ladeadas sobre la nuca, cabeceando entre el plástico de la silla gris y el bolso de la madre; una mujer que desde que pronunció ¡túmbate ahí!, no dejó ni un instante de mover el dedo índice derecho de arriba a abajo como que fuera un sinfin. Minutos y minutos y minutos hasta que el prodigio de la bateria hizo el milagro y la pantalla fundió a negro,  la tocó la frente,  miró alrededor y masculló algo sencillo, no sé, entre la tardanza del servicio y el cargador del móvil.

Es habitual, también, coger una R o una E en Correos , sentarte, mirar a un lado y otro del banco e imaginar a la gente en sus teléfonos enredada escribiendo sus memorias, aprovechando para pensar en epitafios, improvisar pensamientos, apuntar en el excell mensual el gasto de hace un cuarto de hora o ver a que distancia está Sepúlveda o qué suceso sin contrastar improvisó el periódico más amarillo de todos los locales. Algunos esperan esos doce o trece números que le restan delante para pensar en unicornios de sedalina verde pistacho o en paises sin gobierno provisional ni gobernantes con solo 3.000€ en la cuenta; otros quisieran el puesto de la funcionaria que les va a atender y hay algunos que están pendientes del número, pero lo cierto es que de vez en cuando, alguna persona de las anteriores se enreda con el "guasa", y cuando se da cuenta se le han pasado ya cuatro,  y para enmendarlo tiene que ser el quinto por encima el que tenga misericordia de esta perdición, que por normalizada en todas las edades y condiciones no parece lo que realmente es, un vicio, como todos dañino cuando se apodera de la mismidad de uno.

Esperar en un comercio a que la señorita termine de escribir, ver en un control del hospital a la mujer del control de enfrente con la luz del teléfono mientras suena un timbre; ir apartándote de la acera porque viene un chaval escribiendo mirando unicamente a su teléfono; conducir y tener cuidado a los peatones que "se echan encima" con los cascos y whatsappeando; conductores que llevan sobre el volante el teléfono; intermitente señalizando aparcamiento y coche que no sale porque el conductor a pesar de señalizar la maniobra de desaparcar está ahí, con el teléfono, que si sí, que si no, y los coches detrás, que no dicen nada, pero llega un autobús, y al hombre que le llega otro mensaje, y el que quiere aparcar nervioso, y los de detrás ya pitan, y el bus con la hora ya pegada, pero el conductor tiene que responder, y al final maniobra abortada: ¡Que te den por el saco!. ¡A tí y al puto whatsapp! 

Y eso contando que no sirva para poner a caldo a alguien, en alguno de esos subgrupos que se forman dentro de los grupos de cada actividad que hagas en la vida. No hay "guasa" pa'tanta cosa: cumpleaños, regalo de empresa, apa, ama, familia, primos, amigos de los pavos reales, autos clásicos azules que brillan, vegetarianos que comen atun, padres que lo son, partido por el centro derecha, unidos vamos a poder, alumnos de parvulitos...

"!Anda , que no me levanto esta mañana y veo que estoy metida en dos grupos, el del regalo del cumpleaños de nosequien y el de la asociación de padres y madres"!. Y tú, ¿ya tienes whatsapp?... Cuanto le doy las gracias a Victoria por aquel comentario una mañana a la puerta del colegio, he resistido ser en todos los grupos la única persona con la hay que comunicarse únicamente a través de sms o mail, (porque yo preferiría por carta o postal, pero este extremo pocos han sido los que los han respetado, salvo Luisi, que puntualmente no ha dejado de, al menos una vez al año, ponerle el sello a una carta,y los amigos del scrap postcard).
 
Lo único que encuentro beneficioso a esto es el silencio que se hace en cualquier espacio público de espera donde esté permitido el uso del teléfono, la ausencia de conversaciones es lo que tiene. Lo peor, es que por culpa de tanto idiota sin mesura, no es de extrañar que alguna empresa haya optado por requisar los teléfonos a la entrada del trabajo, cosa que no haría falta si gobernase la cordura.

Pero nos lo hemos ganado, que para eso somos el país con más "guasa" de Europa, que dedicamos unos 64 minutos al día a wasapear, casi el doble que la media, que son 35,15 minutos al día.

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